Experiencia pedagógica

Enseñanza de valores… ¿dónde están Quino y su Mafalda? 

Durante largos años de docencia he sido testigo de las diversas formas en que los gobiernos de turno intentaron e intentan introducir la enseñanza de valores en la escuela. Con la implementación de la Ley Federal de Educación, el Área de Formación Ética y Ciudadana empezó a tener entidad en el Sistema Educativo; la pretensión bien fundada, era reemplazar la enseñanza formal transmitida por la antigua Educación Cívica. Uno de los tres ejes constitutivos del área era relativo a los valores. Sin embargo a corto plazo fue desplazada como espacio curricular autónomo, para ser tratada como aspecto de las Ciencias Sociales, cuya vinculación nadie ponía en duda. El auge del neoliberalismo trajo aparejado el agravamiento de los conflictos escolares, entonces el gobierno educativo recomendó como prioridad, la incorporación de la enseñanza de valores en la escuela. Como profesora del área y como investigadora en ese terreno, pude observar diferentes estrategias de enseñanza y diferentes actitudes frente a la cuestión de los valores. Vi  que en algunos casos la enseñanza formal continuaba, en otros se reemplazaba el trabajo escrito por el “diálogo”, palabra entrecomillada porque en  la mayoría de las clases lo que se hacía era ofrecer consejos, recomendaciones o  recriminaciones a los alumnos debido a comportamientos incorrectos. Pero también  pude comprobar  cómo algunos personajes de cuentos,  preñados de valores, tenían su protagonismo en la reflexión áulica.

Lo que raramente vi, fue el trabajo sobre valores a través de nuestra literatura  mendocina; manifestación cultural que abunda en nuestra provincia, y que el solo hecho de mencionarla, ya  entraña un trabajo valorativo fundamental: valorarnos a nosotros mismos y sentirnos orgullosos de nuestras expresiones culturales. Ese es el caso de Quino y su mundialmente reconocida Mafalda, personaje entrañable, cuya mirada crítica y su compromiso social frente a los problemas   que siguen vigentes después de  transcurridos tantos años desde de la creación de la historieta.

Alumnas de 3° Año B del Profesorado de Educación Primaria saben apreciar el valor de este autor mendocino y su obra, cuyo contenido en ningún caso deja afuera los valores básicos que deben sustentar la formación escolar: libertad, justicia, compromiso social, veracidad, honestidad, solidaridad.  Ellas llevaron a cabo una actividad de reflexión ético-política a partir de un texto de Pablo Gentili, Códigos de para la ciudadanía. La formación ética como práctica de la libertad.  Y recuperaron a nuestra Mafalda, desde la selección de algunos fragmentos del mismo.

La profesora presentó una breve alusión a las tiras de Quino,  una  pregunta como disparador y algunas consignas a modo de guía: “Teniendo en cuenta que Mafalda es la protagonista célebre en muchos países del mundo y que su autor, Quino es mendocino, ¿Por qué es un personaje casi ausente en el trabajo escolar?”

Compartimos uno de los trabajos realizados: Su autora es María Elena Maidana.

                                                                                         Prof.  Leticia Molina   

¡Mafalda, vamos a la escuela!

Mafalda se encuentra en la cocina con su mamá, quien reflexiona sobre que todo está caro y que el dinero no alcanza para nada.

Este es el pensamiento generalizado de una clase “mediabajísima” que existe en nuestro país. Donde por cierto las desigualdades sociales se acentúan cada vez más. Y el creador de Mafalda lo pone en evidencia, apañado bajo la inocencia y doble sentido que caracteriza estas historietas pero, que más allá de eso no deja de ser una crítica a las políticas económicas de nuestro país. 

Podría citar a Gentilli cuando expresa:

“…desde el punto de vista de determinada moralidad política (por ejemplo para el liberalismo igualitario y para el socialismo democrático), el individuo debe ser considerado un valor en sí mismo y un valor igual; o sea, todas/os, sin ningún tipo de distinción, valen en cuanto individuos y todos los individuos valen igual. Esta condición permite fundamentar una serie de derechos inalienables, como por ejemplo: derecho a la vida, a la libertad de pensamiento, a la elección de un credo religioso, a la participación política, al acceso a una renta mínima que permita una vida digna, a un empleo, a una identidad, a una educación de calidad, etc. Promover la realización y el cumplimiento de esos derechos es, desde este punto de vista, un requisito indispensable para garantizar condiciones mínimas de justicia e igualdad entre los/as ciudadanos/as.

Una sociedad justa (moralmente deseable) es aquella que no niega a los individuos la realización de estas aspiraciones que podemos resumir aquí como los derechos humanos fundamentales…”

Mafalda emite una crítica contra la autoridad tan naturalizada y vitalicia por parte de su madre, que como madre, lo acepto, solemos tomar frente a nuestros hijos y que (en mi caso, al menos) no permitimos ser cuestionado
Esto es poder. “Tenes que obedecer porque te lo mando yo”. Y no siempre con estas palabras pero dando a entender el mismo significado, muchas veces como responsables de personas ya sea en el ámbito familiar, social, cultural, político y escolar…, nos dejamos llevar por ese aire de superioridad que nos “da” cierto poder que hace que muchas veces salga esa parte que ni siquiera a nosotros mismos nos gusta. Hay que entender acá, que no habría dominador sin dominado, ni opresor sin oprimido, ni represor sin reprimido, etc., y la cadena sería interminable…Es por eso que como seres humanos que somos y en particular, como futuros docentes debemos conducirnos moralmente como corresponde y no dejarnos llevar por ese inevitable impulso que da el poder de la autoridad asignada.
A esto Gentilli hace referencia cuando plantea que:

“…la moralidad se subordina a una jerarquía trascendente de un orden superior que los hace inevitables e incuestionables.

Veamos un ejemplo que puede aclarar estos procedimientos de falsificación.

Toda decisión o necesidad de evaluación, como la que comúnmente se realiza en las escuelas, parte de una serie de presupuestos morales donde valores, normas y derechos entran en juego, y se fundamenta en ellos. En el acto de reprobar a un alumno está implícito un criterio de autoridad que se traduce en determinado ejercicio de clasificación y jerarquización. El hecho de que sea el docente quien evalúa en forma autoritaria o de que sean los alumnos quienes definen activamente los procesos evaluativos, poco importa aquí. En ambas posiciones (de efectos claramente diferenciados en lo referente a una práctica educativa democrática) existe un presupuesto de autoridad que se fundamenta en un valor moral: quien es portador del conocimiento legitimo para determinar las fronteras del no-saber y, en función de esto, qué  procedimientos se aplicarán para clasificar y/o jerarquizar a los evaluados…”

 

Estudian, terminan sus carreras y se van al extranjero. En este sentido están en juego diversos factores tales como; mejores oportunidades laborales, bajo sentido de permanencia, proyectos de vida, proyectos truncados, posibilidades de buen pasar económico, etc.

Es cierto que en una época muy difícil de nuestro país muchas personas debieron irse al extranjero en búsqueda de oportunidades. Esto fue una realidad y si bien tuvo cambios, no fueron los suficientes como para frenar la migración de talentos, en la historieta Quino da a entender que si los que estudian se van, que pasará con el país…

Es cierto que Mafalda, de la mano de Quino su creador, es famosa en el mundo entero y es obvio que en el ambiente escolar de nuestro país esté ausente. ¿A quién le gusta que un niño le diga a uno “¿por qué me dijiste que le diga al cobrador que no estabas si estabas escondida en la cocina?” Es muy frecuente escuchar, “los niños no mienten”, “cuando te quieren te lo demuestran, y no los podes engañar con falsedades”, amparado en ciertas verdades acerca de la concepción de la conducta de los niños, Quino hace de las suyas.

Dice verdades que a ciertos gobiernos de turno no les conviene por el sentido crítico y paradójico de las historietas. Porque llevan a una reflexión muy profunda sobre el contenido explicito e implícito de los mensajes. A poner en tela de juicio procederes que deben ser atentamente mirados con la lupa de la Ética.

…Un individuo no se torna ciudadano porque conozca sus derechos. Los derechos de la comunidad son comunes a todos los miembros. Ocurre que la ignorancia puede impedir ejercitar ese derecho o reclamar sobre el mismo…

Ignorancia… Eh ahí, la palabra clave. Un individuo que no conoce sus derechos es vulnerable.  Un individuo que ignora, no reclama lo que le corresponde. Quién lo quiera entender que lo entienda…

Eso es lo que justamente pone en evidencia Quino en sus tiras, las cuales están al alcance de los ciudadanos en diarios o revistas, pero que tendrían otro tipo de análisis y reflexión si fueran tratadas en el ámbito escolar. El conocer los derechos es premisa en la formación del ciudadano como un ser autónomo, y la educación debería ser un mecanismo de difusión, socialización y reconocimiento de estos derechos.

Sería mejor aprender todo esto de la mano de las  historietas que de un aburrido libro gordo de la biblioteca.

En las historietas de Quino están siempre presentes los juicios sobre los valores.  Un ejemplo, la conducta de los políticos sobre que si son honestos o deshonestos. A partir de estos valores poder establecer qué tipo de conducta define aquello que consideramos honestidad política, etc.

…los valores ponen en movimiento nuestro sentido moral. Gracias a él reaccionamos con indignación ante determinados acontecimientos (como la corrupción, las injusticias, la pobreza, la exclusión). También son nuestros valores los que ponen en juego determinado sentido moral cuando somos indiferentes a esos acontecimientos. Nuestro sentido moral nos hace sentir horror o placer, misericordia o inclemencia, alegría u odio, inclinación o rechazo ante ciertas actitudes, acciones, personas o cosa. Así pues, los valores nos conducen a actuar de determinada manera: son principios movilizadores. Siempre que actuamos en momentos decisivos lo hacemos motivados por nuestra conciencia moral…

¿Debemos denunciar a un amigo si sabemos que él ha cometido un delito? ¿Y a un hermano? ¿Es justo ocupar tierras o propiedades cuando no tenemos donde vivir? ¿Tenemos que reprobar a un alumno/a cuyo “mal rendimiento” deriva de las condiciones de vida que debe enfrentar? ¿Tiene sentido ser maestro/a?

Muy particularmente, pienso que  las tiras de Quino son movilizadoras del pensamiento.

Si queremos un ciudadano crítico, responsable, reflexivo, activo socialmente ¿Por qué no introducirlo en las escuelas?…

María Elena Maidana.

  

 

 

     
     
     
     
     

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