Columna de opinión.

Profesora: Natalia Vargas

¿POR QUÉ HABLAMOS DE INCLUSIÓN EN EDUCACIÓN?

La educación es un bien específicamente humano porque gracias a ella adquirimos conocimientos y alcanzamos una vida social plena. Por esta razón la educación es un derecho del que nadie puede quedar excluido.

Es de destacar que a pesar del amplio reconocimiento que existe respecto de que la educación es un derecho, todavía existen en el mundo millones de personas para las cuales el mismo no es efectivo.

Ante esta situación no es de extrañar que el término inclusión o educación inclusiva haya adquirido especial importancia en los últimos años. Aunque hay que señalar que este concepto ha tenido diferentes acepciones.

Por ejemplo, con frecuencia se piensa que educación inclusiva es una nueva manera de denominar a la educación especial o a la integración a la escuela común de niños y niñas con discapacidad, u otros con necesidades educativas especiales. Esta confusión no es menor, ya que ha limitado el análisis de la totalidad de exclusiones y discriminaciones que se dan al interior del sistema educativo.

La exclusión en el ámbito escolar es un fenómeno de gran importancia, que amerita una revisión profunda de los factores que la generan, dado que no sólo afecta a quienes nunca han accedido a la escuela o son expulsados tempranamente de ella, sino también a aquellos que estando escolarizados sufren discriminaciones o son segregados por su origen social y cultural, por su género, sus niveles de rendimiento o porque no logran aprender debido a acceden a escuelas de muy baja calidad.

El desarrollo de sociedades más inclusivas, más justas y democráticas depende en gran medida de que la educación sea para todos. Proporcionar a todos el acceso a una educación de calidad y fortalecer las relaciones entre estudiantes de diferentes contextos sociales y culturales en la misma escuela es una poderosa herramienta para lograr la cohesión social. Por lo tanto, la educación inclusiva busca identificar y superar las barreras que enfrentan muchos estudiantes para acceder a la educación, para participar plenamente de las actividades educativas y tener éxito en sus aprendizajes. Así mismo, busca la transformación del sistema educativo y de la cultura, de las prácticas educativas y de la organización de las escuelas, para que de este modo se atienda a la diversidad de necesidades educativas del alumnado.

Desde este enfoque se considera que no puede haber verdadera inclusión si hay una negación o desvalorización de identidad personal y cultural, que no puede haber aprendizaje significativo si no se parte de los conocimientos y de las experiencias previas de los alumnos, que están mediatizados por la cultura y el grupo social al que pertenecen. Cuanto más inclusivas sean las escuelas en su origen, menos alumnos quedarán fuera de ellas y, por lo tanto, no será necesario integrarlos a posteriori.

A modo síntesis de todo lo que aquí expresado, hago mías las palabras de José Pedro Varela, quién sostuvo que “la educación, como la luz del sol, puede y debe llegar a todos sin que se empañe su fulgor ni se aminore su intensidad”. Con este desafío presente me sumo y te invito a trabajar por una educación inclusiva, la cual favorezca el derecho a la educación y la integración de todos los habitantes a la comunidad.