Proyecto de investigación (Primera parte)

 
EDUCACION Y CAMBIO SOCIAL: la política como contenido y como inherente a la práctica educativa

Primera parte 

Amelia Barreda, Susana Schneemann

 

Este artículo se enmarca en el proyecto de investigación denominado “La dimensión de la política en la enseñanza de los profesorados de Historia y Geografía” correspondiente a la Convocatoria 2011 del Instituto Nacional de Formación Docente (INFD) con asiento en el ISFD 9-004 – Tunuyán.

Cuando iniciamos el proyecto, la preocupación se centraba en la enseñanza de la ciencia política, su lugar en la estructura curricular de las carreras de profesorado mencionadas, la pertinencia o no de sus contenidos para conformar el conocimiento geográfico y el conocimiento histórico.

A poco de andar, emergieron cuestiones relacionadas a apreciaciones de los docentes acerca de la política en general que nos motivó a indagar en la dimensión de la política en una doble inscripción: la política como contenido a enseñar en los profesorados de Historia y Geografía y la política como sentido general de la docencia como acción transformadora.

Además de los documentos y bibliografía consultados, realizamos una serie de entrevistas al conjunto de docentes disciplinares del campo de las ciencias sociales de los profesorados implicados en la investigación.

En la primera parte, exponemos la perspectiva de la política desde la cual realizamos las indagaciones. En la segunda, presentamos las voces de los profesores, que nos acercan un panorama general de sus apreciaciones acerca de la política.

1.   Aproximaciones a una caracterización de la política

La concepción de la política desde la cual realizamos esta investigación se fundamenta en Norbert Lechner (2006: 139) quien, en un intento por especificar la política, ordena su argumentación en torno a cuatro ejes: la política como orden, la política como técnica  e interacción, la política como acción instrumental y expresión simbólica y la política como dimensión de la subjetividad y formalización.

Teniendo en cuenta estas dimensiones, sostenemos algunos aspectos para enmarcar nuestra perspectiva. Considerando a la sociedad como una construcción social e histórica, la política adquiere sentido como práctica social porque es la que establece el orden en el ámbito de la discontinuidad que es lo que caracteriza a la vida misma. La constitución del ser en la discontinuidad determina la vida social. Podemos pensar a la sociedad y al sujeto como dos formas de dar continuidad al ser. Construir esa continuidad en la discontinuidad, es la política; es lo que se opone a lo fugaz y fútil, ordenando la discontinuidad; lo que crea lo común, lo contiguo, lo contrario (ibid.166). En síntesis, Lechner afirma que la política es la dialéctica de la unidad y la división: La política es la lucha que busca ordenar los límites  que estructuran la vida social, proceso de delimitación en que los hombres, regulando sus divisiones, se constituyen como sujetos (ibid. 168).

La amplitud de esta definición de política, nos permite interpretar a  la escuela (a la institución escolar) en una doble función: como dispositivo de poder así como ámbito para la transformación social.

A su vez, el autor confronta estos dos sentidos de la política y los nomina como una tensión entre la política entendida como mera acción instrumental  vs la política como expresión simbólica. La concepción moderna de la política hace de ésta un instrumento o medio instrumental para garantizar el funcionamiento de la economía, reduciéndola y subordinándola al funcionamiento del mercado y a la reproducción del capital. Ante esto, propone rescatar y estudiar la dimensión simbólica y normativa de la política, analizar los aspectos políticos de la sociedad que se desarrollan por fuera de las estructuras y canales formalmente establecidos, entender que la política también es ritual y es mito, es decir, opera básicamente como mecanismo de cohesión, de sentido de un nosotros, asegurando un mínimo  e inestable momento de certidumbre y solidaridad. Considerando esta constitución del “nosotros como algo específico de la política, también un acto folklórico, una huelga o una misa se transforman en actos políticos. Independientemente de su contenido, toda forma de ritual supone la conciencia de un poder colectivo… (ibid.180).

Por tanto, y siguiendo al autor, es necesario no considerar a la política sólo como lo procedimental burocrático, las estructuras de gobierno, partidarias, etc sino también lo que se desenvuelve en el plano de la subjetivación, de la diversidad de la experiencia vital.

En referencia a la educación, el acto educativo opera en esta clave. Por tanto, partimos de la concepción sobre la educación como una práctica política pero no en el sentido de sostener  que “todo es política”, porque caeríamos en una falacia, sino en la aceptación de que existe una politicidad inherente al acto educativo así como hay siempre un rasgo pedagógico en todo acto político tal como planteara  Paulo Freire.

 El estado moderno, que se organizó sobre el lema orden y progreso, considerará a la institución escolar un pilar para llevar adelante la ideología del progreso. En esta línea,  afirma Ranciére que “quien quiere conciliar orden y progreso encuentra con toda naturalidad su modelo en una institución que simboliza su unión: la institución pedagógica, el lugar –material y simbólico – donde el ejercicio de la autoridad y la sumisión de los sujetos no tiene otro objetivo que el de la progresión de esos sujetos hasta alcanzar el límite de su capacidad…” (2007: 8). El filósofo francés, en su crítica general al sistema educativo moderno, señala que la escuela, si bien se organiza con un sentido liberador e igualador,  cumple la función de encauzar todo lo que pueda el disenso y detener toda posibilidad de una revolución (detener la revolución y alentar la progresión encauzada disciplinariamente).

El objetivo de la educación en el proyecto moderno, a la vez que alienta la autonomía del sujeto, busca que ese sujeto sea gobernable. Por esto, es inherentemente política, es parte de un proyecto político mayor que la comprende, la “gran política”, que también queda asociada con los partidos políticos y el gobierno -la política institucionalizada.

Esta es una parte, la más expuesta, de las relaciones de poder y dominación en una sociedad. También está un aspecto “silencioso” y más pertinaz  y eficaz que  se extiende por todos los capilares de la sociedad, que Foucault (1998) denomina bio-poder para explicar los dispositivos del poder y del saber que se fueron constituyendo en la modernidad para controlar las fuerzas de la vida, controlarlas, disciplinarlas, hasta el punto de no haber distinción entre la vida y la política. Las prácticas pedagógicas también operan a este nivel, “haciendo cuerpo” (naturalizando) una comprensión del mundo que aceptamos como “verdadera”.

Por otro lado, en una sociedad pedagogizada como es la que se constituye desde la modernidad, la escuela no sólo opera como dispositivo de poder sino que también, puede operar como ámbito prefigurativo. En este segundo sentido, la educación está asociada a un proceso constante que no sólo se da en el aula sino que la trasciende, lo que hace de la misma un acto político en sentido amplio, un acto prefigurativo en sentido grasmciano. La prefiguración, consiste en concebir a la escuela y todo ámbito donde se desarrolle un acto educativo, como un momento prefigurativo para una sociedad superadora. Este concepto se asocia a la noción de una ética de la acción, pero es en Gramsci donde toma su sentido más fuerte. Implica provocar ahora, en el presente, lo que se desea para el futuro.

El pedagogo Francisco Gutierrez, afirma que la escuela es la institución social que cumple como ninguna otra con objetivos políticos. Pedagogía y política están inherentemente vinculadas. La política es una práctica totalizadora y diaria que impregna y matiza todo cuanto hacemos. Todos…hacemos política permanentemente, pero el educador la hace de una manera privilegiada, ya que el estado pone a sus órdenes un determinado número de ciudadanos para que los ‘socialice’, es decir para que los ‘politice’  (198: 25).

En la perspectiva de estos autores, que compartimos, la relación entre educación y política es una construcción que caracteriza a las sociedades modernas y que se va acentuando  a la par que invisibilizando cada vez más.

Una vez comprendida la posición de la práctica educativa y de la institución escolar (en todos sus niveles) en la producción y reproducción del sistema y por tanto, su condición política, se puede operar con otros sentidos. A un nivel general, partiendo de una concepción de compromiso educativo, es posible considerar, en el nivel de formación de formadores, que educar para la docencia y formar para la vida implica tener en cuenta la dimensión política no como política partidaria o adoctrinamiento sino en el sentido más amplio de entender al docente como agente de cambio y al espacio del aula como ámbito prefigurativo.

Para que opere de este modo, la praxis educativa no debe ser monológica, unidireccional,  enciclopedista sino que debe ser “el trabajo minuto a minuto de discusión y  de investigación de los problemas, en el cual todos participan, todos contribuyen, en el cual todos son contemporáneamente maestros y alumnos” (Gramsci, citado por Ouviña 2013: 4).

“De ahí que todo este proceso de auto-emancipación precise de la ruptura total con una concepción de educación que luego Freire va a denominar  bancaria (…) Implica, pues, una praxis pedagógica prefigurativa, que permita ir anticipando ya desde ahora y a nivel cotidiano, tanto las formas innovadoras de producción conjunta de conocimiento, como las relaciones de enseñanza-aprendizaje propias de la sociedad futura, vale decir, las prácticas educativas de “nuevo tipo”, los vínculos que contemplen creación colectiva y socialización de saberes desde una  perspectiva crítica y problematizadora”(ibid: 6).

La educación entonces, en este sentido, inevitablemente es política. Ya sea en el sentido foucaultiano de la biopolítica y también en un sentido emancipatorio que se deriva de la noción de prefiguración de Gramsci.

Otra cosa es la política partidaria, la militancia, los afiliados porque estaríamos relacionándola directamente a la idea de gobierno, al ámbito del poder político institucionalizado. Si bien dijimos que la escuela como institución no puede entenderse por fuera de un proyecto político, sin embargo, no implica que la práctica pedagógica sirva para el adoctrinamiento en un sentido específico. Es inevitable que en el ámbito del aula por más “neutralidad” que se pregone se produce algún efecto de acción, difusión o reacción, pero sin duda, la política partidaria tiene su propio ámbito que no es el escolar.

Entonces ya sea como dispositivo de poder, ya sea en clave liberadora, educación y política están asociadas.

 

Bibliografía

Foucault, Michel 1998, Historia de la sexualidad, Vol. 1: La voluntad de saber. Madrid: Siglo XXI.

Gutiérrez, Francisco 2008 (undécima edición), Educación como praxis política. México: Siglo XXI Editores.

Lechner, Norbert 2006, Obras Escogidas N°1, Colección Pensadores Latinoamericanos, Santiago/Chile: LOM Ediciones.

Ouviña, Hernán 2011 “La pedagogía prefigurativa en el joven Gramsci. Teoría y práctica de la educación futura”, en Hillert, Flora, Ouviña, Hernán; Rigal, Luis y Suárez, Daniel:  Gramsci y la educación. Pedagogía de la praxis y políticas culturales  en América Latina, Buenos Aires: Editorial Novedades Educativas

Ranciére, Jacques 2007,  El Maestro Ignorante: cinco lecciones sobre la emancipación intelectual, Buenos Aires: Libros del Zorzal.

 

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