Nota de opinión

Libertad, pilar básico de la dignidad humana, pero… ¿qué es la libertad? ¿Somos totalmente libres? 

 

Para Aristóteles (S.IV aC), la libertad es indisociable de la razón y de la voluntad. El hombre es un animal racional, la dimensión animal es la sede de las pasiones, emociones, afectos que el ser humano necesita para vivir, pero las pasiones pueden expresarse en sus extremos de vicios o defectos, es decir de pasión, por ello tiene que ser guiada y dominada por la razón y la voluntad. La libertad por lo tanto es la facultad de los seres racionales para decidir una vida buena, feliz.

En la religión la libertad es asimilada al “libre albedrío”. El dogma religioso parte del supuesto de la existencia del mal y del bien en el mundo; el ser humano tiene que decidir qué camino seguir porque Dios le ha concedido el “libre albedrío” para optar,  la razón para discernir y la voluntad para doblegar el impulso hacia el mal. Cuando no resulta claro distinguir lo bueno de lo malo, es preciso recurrir a la oración y al diálogo con los sacerdotes para ser guiados. Es decir que la libertad queda subordinada a la autoridad de la Iglesia.

La Revolución Francesa (S. XVIII) levantó las banderas de la libertad, igualdad y fraternidad, frente a una tradición que privó de la libertad a la mayoría de la población. Libertad de conciencia, libertad religiosa, libertad para decidir sobre el propio destino, para elegir autoridades que nos representan, para pensar, por lo tanto para educarse. Es la libertad del liberalismo. Norberto Bobbio, un pensador contemporáneo defiende estas ideas, pero hace una distinción entre “libertad de” y “libertad para”. La primera se refiere a la ausencia de presión externa, extorsión, amenazas, etc. pues estas conductas impiden el ejercicio de la libertad.  La segunda se refiere a las condiciones necesarias para proyectar la vida libremente. Por ej. las personas que no tienen las necesidades básicas cubiertas no pueden decidir libremente un proyecto de vida.

En el Siglo XX, los pensadores de la sospecha descubren que la razón no es transparente; esto lleva a que los individuos sean fácilmente engañables; por sí mismos (autoengaño)  o por   otros; por lo tanto, coinciden en afirmar que en general, vivimos en la ilusión de que somos libres, pero no lo somos naturalmente, sino que la libertad se conquista. La publicidad, la TV, el discurso de quienes tienen el poder, la represión de los deseos, por temor, culpa, o acatamiento a normas morales;  todo ello potenciado por la comunicación tecnológica que invade nuestra capacidad de pensar, reducen o anulan la libertad.

A partir de este diagnóstico de la sospecha o  desconfianza de los contenidos  de la razón, el marxismo proclama la desaparición del capitalismo que para prosperar tiene que engañar, vender ilusiones, pues la fuente de riqueza está en el mercado. Si se generan nuevas necesidades, el mercado (compra-venta) se mantiene dinámico. Para que el capitalismo desaparezca, es necesario poner en pie de igualdad a todos los seres humanos, es decir anular   las clases sociales, pues la clase dominante es la que impide a la humanidad como totalidad vivir libre y dignamente.

Para el Psicoanálisis, surgido de la escuela de la sospecha, es preciso revisar los contenidos de la consciencia, porque hay otra dimensión – el inconsciente- que decide en gran medida lo que el individuo piensa y hace. Reprimir significa ocultar (en la vida inconsciente) deseos y vivencias  que generan miedo, vergüenza, culpa, mucho sufrimiento. En esa represión se pierde la libertad. La revisión de la subjetividad, con o sin ayuda psicoanalítica, permite deslindar – sin anular-  el deseo productivo, cuya satisfacción genera felicidad.

El tercer pensador de la sospecha, F. Nietzsche, sostiene que la libertad de la voluntad es una mera ilusión, que nos autoengañamos, creyendo que decidimos libremente qué hacer de nuestras vidas, armando discursos en nuestra conciencia y/o comunicándolos a otros,  pero quienes deciden en realidad sobre nosotros mismos son: por afuera de nuestro cuerpo, grupos o personas que detentan el poder; y adentro de nuestro cuerpo, grupos de impulsos que nos impelen (empujan) a actuar de uno u otro modo. Esos impulsos (también instintos)  son los que permiten la conservación de la vida y la potenciación de la vida. La libertad es mayor en la medida en que aumenta el pulso vital, es decir, la fuerza de la vida, con todo su dolor y todo su placer. 

Prof. S. Leticia Molina

 

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